Terror by Robert Bloch

Terror by Robert Bloch

autor:Robert Bloch
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Intriga
publicado: 1962-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo IX

Entonces Ghopal habló. No habló de una forma muy coherente, y varias veces empezó a sollozar.

Pero de todas formas pude enterarme de lo sucedido. Quería matar al Nizam. Había oído a Ann cuando lo invitó la noche anterior en la cena, y comprendió que quizá fuese la única oportunidad de acercarse a él sin que estuviera rodeado de sus guardianes.

—No podía usted esperar que lo lograra —le dije—. ¿Por qué lo intentó, Ghopal? ¿Por qué?

—Porque le odio. ¿Es que no comprende? Si no fuera por él, las dos víctimas estarían vivas. Pero mientras él siga con vida continuarán los asesinatos. Él lleva la muerte a todas partes, porque es dañino, dañino…

—Escúcheme, Ghopal. ¿Mató el Nizam al vigilante y a mi tía?

—No, ¡usted no lo entiende, usted no puede entenderlo! Él no los estranguló, pero fue por su causa que murieron. ¿Cómo podría explicárselo? —Empezó a sollozar de nuevo.

—Vamos, conténgase. —Bajé la voz y traté de evitar que temblase, al hacer la siguiente pregunta—. ¿Está intentando decirme que fue usted mismo quien los mató a los dos, Ghopal?

—¡No! ¡Yo no los maté! ¡Yo nunca he matado a nadie, nunca he deseado matar a nadie más que a él! Yo no soy un thug.

—Ya lo sé, Ghopal. Los thugs no matan a las mujeres, ¿no es así? Pero debe usted decirme la verdad ahora. Quiero saber por qué ha intentado asesinar al Nizam. ¿Es porque quiere usted ocupar su puesto?

—Ese fue una vez el motivo, sí, pero ya no. En este momento lo único que quiero es detener los crímenes, y además es dañino como ya le he dicho, dañino…

—¿Qué ha hecho que sea malo? —pregunté—. Cálmese, Ghopal, déjeme ayudarle. Mire, podía haberlo detenido, entregarlo a la policía, contarlo todo a Ann y al Nizam.

—¡No! ¡Usted no debe hacer eso! Me mataría, mandaría a sus hombres contra mí si se enterara. Él teme que lo maten y nunca descansaría hasta verme muerto, ¡nunca!

Aspiré hondo.

—Usted le odia porque piensa que gobierna mal su país —dije—. Eso lo comprendo. Pero el que sea dañino ¿no puede ser un poco más específico?

—Parvati. —Ghopal empezó a sollozar mientras hablaba—. Me avergüenzo de tener que decirlo. Tomó a Parvati cuando no era más que una niña y la puso en el templo, con las deva-dasi. Ella era de sangre real y ¡fue capaz de hacerle eso!

—¿Qué son las deva-dasi? —pregunté. Pero en aquel momento él lloraba abiertamente, lloraba como una mujer—. Mire, Ghopal, voy a llevarle a su casa. Necesita usted descansar. Si yo estuviera en su lugar no diría nada de todo esto, ni siquiera a su hermana. Le prometo tener la boca cerrada, pero con una condición. ¿Me escucha?

Asintió entre sollozos.

—Quiero que mañana por la mañana venga a la tienda y que me cuente todo lo que sepa de este caso, desde el principio. Quiero saber de usted, Parvati, el profesor Cheyney, el señor Athelny y del Nizam… sobre todo de aquellos que puedan estar complicados en el caso. Quiero enterarme de todo lo que usted sabe referente a estos asesinatos.



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